ALERGIA PRODUCIDA POR EL HUEVO
En los últimos 20 años la prevalencia de alergia a los alimentos se ha incrementado, lo que representa un problema de salud pública. El huevo de gallina es un alimento de consumo habitual, una fuente proteica y de vitaminas del complejo B esencial en la alimentación del niño, pero a la vez representa uno de los alimentos que más produce reacciones alérgicas en los primeros años de vida.
La alergia alimentaria mediada por IgE a menudo se desarrolla en la infancia y tiene un efecto importante no sólo en la calidad de vida de un niño, sino también en la de su familia.
Se estima que 10% a 15% de la población presenta algún tipo de síntoma que podría hacer sospechar una alergia alimentaria.
Tanto la clara como la yema pueden ser alergénicas, aunque la primera, por su mayor contenido proteico, es la fuente más importante de sensibilización y de alergia. Entre los factores de riesgo para la alergia al huevo, igual que para el resto de alergias a alimentos, se encuentran los factores genéticos y los dependientes del alimento, como la edad de introducción y la forma de introducción –cocido o crudo–, así como los factores ambientales.
Estas reacciones ocurren generalmente con la primera toma de huevo, lo que indica una sensibilización previa. Es posible la sensibilización intrauterina, ya que se ha detectado IgE específica frente a huevo en sangre de cordón. Es posible también la sensibilización a través de la lactancia materna. Así, se ha demostrado la presencia en la leche materna de proteínas de huevo, que podrían producir, por tanto, sensibilización. Esta vía podría explicarnos la sensibilización a huevo que se detecta en algunos niños alérgicos a leche de vaca y que nunca han ingerido huevo. Otra posible vía de sensibilización sería la inhalatoria. Se ha demostrado la existencia de restos de alimentos en el polvo o podría producirse a través de objetos contaminados con partículas de huevo, como chupetes, utensilios de cocina, juguetes, etc.
El diagnóstico de la alergia al huevo se basa en la historia clínica, que nos dará la sospecha diagnóstica; la demostración de anticuerpos IgE específicos, que nos indicará el mecanismo patogénico, y la prueba de exposición oral controlada o prueba de provocación, que nos confirmará la causalidad. En la historia clínica de las reacciones con huevo se debe recoger la edad de la primera reacción con huevo, la cantidad y preparación de huevo que produjo la reacción, el tiempo de latencia entre la toma de huevo y la aparición de los síntomas, el tipo de síntomas presentados, el tratamiento requerido, la repetición de la reacción y la fecha de la última reacción. Todo ello orientará sobre el tipo de reacción sufrida –bien se trate de una reacción de hipersensibilidad inmediata o de una reacción tardía–, así como de la gravedad del cuadro. Si la reacción se ha repetido en más de una ocasión la probabilidad de que se confirme es mayor que si solo ha ocurrido una vez.
Una vez que se ha llegado al diagnóstico de alergia al huevo, el único tratamiento efectivo en la actualidad es la dieta de eliminación del huevo y alimentos que contengan huevo o derivados. Aunque no es un alimento esencial en la dieta del niño, ya que puede suplirse fácilmente sin plantear problemas nutricionales, se utiliza ampliamente en la fabricación de alimentos muy atractivos para el niño como son repostería, bollería, cremas, helados y golosinas, que a veces resultan difíciles de evitar. Debe instruirse adecuadamente al niño según su edad y a sus familiares acerca de la necesidad de leer cuidadosamente las etiquetas de los alimentos envasados y reconocer los componentes que deben evitar.
Más difícil es el evitar los alimentos envasados que contienen alguna proteína de huevo que a veces no figura en su etiquetado. El huevo puede ir como alérgeno oculto en algunos alimentos. En otras ocasiones puede haber contaminación de un alimento con proteínas de huevo en su proceso de elaboración. No es necesario eliminar la carne de pollo de la dieta, ya que suele ser bien tolerada.
Existen varias leyes a nivel mundial acerca del etiquetado de los alimentos donde se incluye la obligatoriedad de mencionar de forma expresa las sustancias que producen alergia o intolerancia con mayor frecuencia. Los aditivos alimentarios se consideran ingredientes de los alimentos y deben figurar también en el etiquetado. Entre ellos están la lisozima (E-1105) y la lecitina (E- 322). El huevo también puede producir síntomas por contacto, los niños muy sensibilizados pueden tener síntomas por inhalación, por ello debe evitarse que permanezcan en lugares donde se cocine con huevo. Así, debe indicarse a los familiares el lavado de manos tras la toma o manipulación de huevo y utilizar para el niño utensilios de cocina propios para evitar posibles contaminaciones
En el grupo de niños sensibilizados a huevo sin ingesta previa y que reciben lactancia materna, la madre debe realizar una dieta exenta de huevo y derivados mientras dure la lactancia.
Algunas vacunas que se administran a los niños (triple vírica, vacuna de la gripe y la de la fiebre amarilla) pueden contener alguna pequeña cantidad de proteína de huevo. Son raras las referencias de reacciones adversas producidas por ellas, siendo las más frecuentes las producidas por la gelatina que contienen. Basados en numerosos estudios en los que se ha administrado la vacuna convencional a niños con distinto nivel de sensibilización al huevo, se ha confirmado su seguridad en población alérgica, por lo que se recomienda que todos los niños alérgicos al huevo, incluidos aquellos que hayan tenido reacciones anafilácticas con huevo, se vacunen en su centro de salud y con la vacuna habitual, debiendo permanecer una hora en observación tras su administración. En el caso de la vacuna antigripal hay que tomar algunas precauciones, ya que pueden contener cantidades significativas de huevo. La vacuna de la fiebre amarilla podria estar contraindicada en alergia al huevo sobre todo en aquellos casos moderados a severos por el riesgo de anafilaxia.
En los niños alérgicos a huevo se comprueba que aumenta la tolerancia a medida que aumentan los años de seguimiento, aunque hay algunos niños que no lo consiguen.
Hasta hace muy poco, las directrices de expertos para los lactantes con antecedentes familiares de alergia normalmente recomendaban retrasar la introducción de alimentos alergénicos (incluyendo evitar huevos de hasta 2 años de edad y las nueces hasta 3 años de edad), así como retrasar alimentos sólidos hasta después de 6 meses y la lactancia durante al menos 12 meses. Se tiene poca evidencia actualmente sobre las pautas o cambios en la alimentación infantil para prevenir la enfermedad alérgica. Ningún estudio de población hasta la fecha ha examinado directamente la relación entre la alimentación infantil en el primer año de vida y el riesgo de alergia a los alimentos para lactantes. A pesar de ello, se ha producido un retraso progresivo y dramático en el momento de la primera exposición a los alimentos sólidos durante los últimos 40 años. En la década de 1960, la mayoría de los niños habían sido expuestos a los sólidos a los 4 meses de edad. En la década de 1970 anunciaban directrices que recomiendan la introducción tardía de alimentos sólidos hasta después de 4 meses basada en suposiciones posiblemente falsas que el aumento de la enfermedad celíaca se debió a la introducción temprana de gluten. A finales de 1990, los grupos de expertos comenzaron a recomendar retrasar la ingesta de solidos hasta después de 6 meses de edad. Estas tendencias son anteriores pero se aceleró con la epidemia de alergia a los alimentos. Es por lo tanto, perfectamente posible que las recomendaciones para retrasar la introducción de alimentos no sólo no son de protección contra la aparicion de alergia sino que también podría contribuir activamente a la creciente prevalencia de la alergia a los alimentos.
Debido a que no existe evidencia contundente con respecto al momento optimo de la introducción de los alimentos solidos, en la actualidad se recomiendan esquemas individualizados que consideren lo planteado. La lactancia materna exclusiva sigue siendo el pilar de la alimentación del lactante en los primeros seis meses de vida, siendo esta la única estrategia alimenticia con efectos preventivos comprobados en enfermedad alérgica. Los alimentos deben ser introducidos de acuerdo con el potencial alergénico y administrados individualmente sobre todo en niños con riesgo de alergias. No olvidar que los niños desarrollan alergia alimentaria no por el consumo de los alimentos sino porque tienen la capacidad de producir IgE específica para dicho alimento.
Es por tanto la recomendación actual continuar con lactancia materna exclusiva en lo posible hasta los 6 meses y a partir de ahí iniciar alimentación complementaria sin retrasar la ingesta de alimentos potencialmente alergénicos ya que esto no previene, si no mas bien tal vez potencie, la aparición de alergias alimentarias.
Dra. Viviana Sotomayor
Médico Pediatra, Magister en Nutrición Humana